Recientemente se viene escuchando
una reciente victoria de Trump acerca de muchas empresas globales que estarían dejando
China debido a las ofensivas arancelarias ejecutadas por Trump. De hecho, más
empresas vienen manifestando su deseo de abandonar el gigante asiático. Sin
embargo, esta tendencia ya venía desde, incluso, antes de la subida al poder
del actual presidente estadounidense. Las razones se explicarían principalmente
por los aumentos en los costos laborales de los trabajadores chino, lo cual sería
superiores a la mayoría de los países vecinos y demás países con menores
salarios.
A lo anterior de suma las metas
nacionales chinas de pasar de una industria manufacturera para concentrarse en
el sector de alta tecnología. Si consideramos que el impacto de las ofensivas
comerciales de Trump en las salidas de empresas de China es marginal; estás mas
bien pueden ser interpretadas como un estimulo a que el gigante asiático acelere
sus esfuerzas por posicionarme como el mayor productor de alta tecnología en el
mundo.
De otro lado, las empresas que salen de China tampoco se van
directamente a Estados Unidos, como quisiera el presidente Trump; sino
mayormente se dirigen a aquellas economías que les ofrecen mayor retorno; es
decir, las de menores costos laborales. De hecho, muchas empresas se están yendo
a Filipinas, Camboya, Vietnam, etc. Por tanto, los flujos de inversión a través
de las empresas globales son una oportunidad para muchos países que requieren
inversiones en sus economías.
Los países de Sudamérica tendrían
una relativa desventaja en cuanto a su geografía, la cual es distante de grandes
mercados como el europeo, asiático e incluso el de Estados Unidos. Sin embargo,
no deberían estar ajenos a esas realidades. Los esfuerzos en a atraer inversión
extranjera han sido mas notorios en algunos países como Perú, Brasil o Colombia
en las ultimas décadas. Por tanto, existe motivos suficientes para redoblar
esos esfuerzos.
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