Uno los principales factores que permitió que Japón se
convirtiera en el primer país desarrollado del Este Asiático fue gracias al rápido consenso entre
las masas y la elite política. A través
de su historia la sociedad japonesa se ajustó rápidamente a las reformas y las
políticas diseñadas por sus autoridades.
De esta manera, Japón atravesó por diferentes tipos de
sistemas económicos con éxito en términos de modernización y desarrollo
económico. En efecto, desde comienzo del siglo XX este país contaba con un
feudalismo centralizado con gran prosperidad; gracias a la actuación de los
samuráis encargados de asegurar la paz social. Luego el país se moderniza hacia
un Estado con una burocracia centralista y abierta al mundo.
En este último cambio de sistema la clase social samurái
fue muy perjudica; pues sus empleos como garantes de la seguridad interna se
convirtió innecesaria. Lejos de generar algún enfrentamiento social dejaron el poder;
mientras los samurais más vulnerables al desempleo se reeducaron con los principios
más innovadores de confucionismo como la eficiencia para así obtener empleos
dentro del nuevo sistema burocrático japonés.
Luego viene el último cambio en Japón, el de una sociedad
industrial gobernada por leyes democráticas. En este cambio tampoco hubo
mayores conflictos. Las antiguas elites también se retiraron llevándose algunos
reconocimientos y bonos económicos con lo que algunos se convirtieron en empresarios;
cediendo el paso a las nuevas generaciones de burócratas. Mientras, la respuesta
positiva de la sociedad japonesa hacia la democracia (propuesto por los
estadounidenses en tiempos de la ocupación) habría sido, en realidad, interpretado
como el deseo de las autoridades japonesa.
Es así como Japón se convierte en una de las pocas
potencias democráticas del Este Asiático y al mismo tiempo con gran desarrollo
económico. Esto contrasta con la mayoría de sus vecinos que han tenido que restringir
derechos democráticos para lograr la estabilidad política y desarrollo
económico. El rápido consenso entre la sociedad y la elite en Japón ha hecho posible
un éxito genuino en el Este Asiático. En América Latina y en el Perú ocurre lo
contrario; donde se registra una larga historia de conflictos entre las masas y
las autoridades.
En el siguiente grafico se aprecia dos indicadores de institucionalidad propuestos por
el Banco Mundial. El primero ‘voice and accountability’ explica la libertad de
expresión y asociación dentro de un determinado país; para muchos analistas es
una indicador de democracia. El segundo indicador ‘political stability’ mide la
estabilidad del gobierno y la posibilidad de ser derrocado bajo formas anti-constitucionales
como marchas nacionales o golpes de Estado. Para ser considerado como
desarrollado estos indicadores deber superar el nivel de 80%.
Este grafico sugiere que la democracia en Japón
(indicador de ‘voice and accountability’) se encuentra con altos estándares de
calidad con indicadores superiores al 80%; mientras que en el caso peruano;
aunque se observa una tendencia positiva se estaría llegando al niveles de 60%;
lejos de estándares para ser considerado como un país democrático propiamente
dicho.
En el segundo indicador (‘political stability), el contraste es aún más desfavorable para la sociedad peruana. Mientras Japón goza de una
estabilidad política que nuevamente logra superar el umbral de 80%; en el caso peruano
no se llega ni al 40%; hasta hace unos años la estabilidad ni si quisiera
llegaba a una calidad de 20%; como se aprecia en el gráfico.
Como ya ha sido mencionado el Perú registra una larga
historia de conflictos internos; pero lo que aún no se ha medido es el efecto
negativo en la prosperidad y el crecimiento económico. Este problema tiene dos
actores; la sociedad y las autoridades políticas. Los conflictos surgen de las masas
a través de marchas, protestas, paros, etc. debido a la percepción de corrupción
e ineficiencia por parte de las autoridades; mientras que estas últimas lo
hacen los esfuerzos necesarios para eliminar los conflictos.
Japón no conto con estos problemas, lo que facilito su
rápido desarrollo; pero las siguientes economías de Este Asiático (Corea de
Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong) en desarrollarse no encontraron esos
consensos y tuvieron que recurrir a la supresión de ciertas libertades
políticas. En estos tiempos y en realidades como la peruana los conflictos
internos dañan directamente la estabilidad política e indirectamente otras
variables necesarias para el desarrollo económico.
Este problema necesita ser solucionados por ambas o una
de sus partes (la sociedad o la elite). De un lado, la sociedad peruana parece
fragmentada incluso entre sus mismos ciudadanos; mientras que muchos miembros
de la política prefieren mantenerse en el poder a pesar que generar estas
divisiones. Ciertamente la idiosincrasia peruana parece opuesta a la observada
en el caso japonés.
Así de este artículo busco proponer una nueva variable que
no se estarían tomando en cuenta en favor del desarrollo económico; me refiero
a nuevos patrones que busquen evitar los conflictos internos. Lo que a su vez
requieres diversas nuevas formas; sobre todo en el mundo en desarrollo como
mejores mecanismo institucionales de reclamos ante las autoridades, reducir la
carga del sistema judicial con mecanismos extrajudiciales de solución entre las
partes; prevenir y combatir la corrupción, en general el mejorar el comportamiento
individual que fortalezca la estabilidad política y el consenso. Emulemos a los
samurais y de la sociedad japonesa.
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